jueves, 17 de mayo de 2012

Breve

Y en un sutil movimiento de mi propia muñeca quedé con el filo de la espada en medio del corazón, colgando del muro. 

Apenas se desliza mi sangre por el pecho. Mi propio peso me arrastra al suelo. Respiro fuerte, profundo, ligero, furioso. 

Y mientras el filo  preciso de Katana rompe los huesos, casi llegando a partirme por el hombro, lo único que me queda en la mente es el grito de la memoria.