Tu soledad me duele.
Tu soledad te pone a ti como limite para ser su todo, mi soledad no te necesita.
Tu soledad y la mía se entienden, se miran con recelo. Tu soledad y la mía te buscan, te quieren.
Mi soledad te espanta. Tu soledad atrapa tu mirada de enamorado, esa mirada que ahora me hace daño.
Tu, que cuando estas en soledad, ella te espera y te cobija con el pecho tibio donde ahora te escondes. Esa soledad que esperabas y querías aún en mi compañía.
Tu que en soledad no confiaste en la mía, no diste tregua a mi corazón, castigando mis pedacitos ardientes, desenfrenados. Tu que en tu soledad no me tuviste fé, no me diste oportunidad y me castigaste con la soledad, y con tu soledad.
Tu soledad me ha derrotado.
Tu que frente a mi soledad recuerdas mi ropaje y lo desbordas de nostalgia y me dejas engañada a expensas de tu deseo, al retorno de tu soledad para quedar nuevamente cubierta con la mía, con mi soledad.
Tu soledad me ha destruido.
Pero mi soledad es sabia, noble, poderosa, desafiándome en libertad.
Ella que me enfrenta a la crueldad de tu soledad, a la fealdad de esta oscuridad, me recuerda la valentía de mi soledad.
La cordura de mis ojos, la bondad de mis labios, la ternura de mis gestos, el peregrinaje de mis palabras, la dulzura de mis manos, hacercandome a la luz de mi risa, a todo el misterio que hay entre mis pechos.
Tu soledad hace que te pierdas la creación de mi soledad. Mi soledad no me abandona, no deja sin familia, sin hogar, está aquí siempre, mejor que antes, más cálida que ayer. Más bella, más humana, más firme. Más generosa.
Después de esta soledad Mi soledad no te dejará regresar.